Se realiza una revisión de diversas investigaciones que muestran los cambios en el cerebro materno que influyen directamente en el desarrollo humano.

A finales del siglo pasado, múltiples esfuerzos realizados desde diversas disciplinas interesadas en el desarrollo, convergieron originando el campo de la neurociencia del desarrollo, focalizada en el estudio de las bases neuroanatómicas y funcionales del desarrollo humano, debido a que, durante años, las emociones han sido olvidadas en el campo de la ciencia, considerándolas aspectos subjetivos que se escapaban a su aprehensión y objetividad científica.

El ser humano nace inmaduro. Durante los primeros años de vida su cerebro sufre numerosos e
importantes cambios anatómicos y funcionales, fruto de la interacción entre su base genética y la experiencia con su entorno físico y social. Este último, el contexto social, en los primeros días de
vida se reduce casi con exclusividad al cuidador principal, generalmente la madre. Entre ellos, madre y niño, se va a establecer una relación crítica para el desarrollo humano, pues afecta el desarrollo afectivo, social y cognitivo del niño tanto en los primeros años de vida como en los posteriores.

Datos de distinta naturaleza muestran que ya incluso en la gestación, el parto y durante las primeras interacciones maternofiliales, se producen cambios estructurales, funcionales y neuroendocrinos en el cerebro materno que predisponen a la madre hacia el cuidado y atención de su bebé, llegando a afectar al cerebro infantil y su desarrollo en los años infantiles y en los posteriores, siendo incluso transgeneracionales los efectos de estas primeras interacciones maternofiliales sobre el cerebro y desarrollo infantil.

En consecuencia, comprender los cambios cerebrales que tienen lugar en la madre durante la reproducción y maternidad tiene profundas implicaciones para llegar a entender el desarrollo infantil y, por extensión, el del ser humano, tanto típico como atípico.

Cambios cerebrales maternos 

Cambios estructurales:
Datos obtenidos mediante imágenes de resonancia magnética reflejan cambios estructurales significativos en el cerebro materno durante los primeros meses posteriores al parto, período en el que la relación maternofilial se desarrolla y profundiza. Las imágenes muestran, entre la segunda y la cuarta semana y el tercer y cuarto mes posparto, un aumento del volumen de la sustancia gris en diversas áreas cerebrales, la sustancia negra y la amígdala.
Todas estas áreas participan, de una u otra forma, en las conductas que lleva a cabo la madre para
el cuidado y supervivencia de su hijo: la amígdala es clave para el procesamiento emocional de señales sensoriales, como, por ejemplo, el llanto del bebé; el córtex parietal interviene en el procesamiento de información sensitiva relacionada con el bebé, como sus caricias; la sustancia negra forma parte del sistema de recompensa, que es activado por los estímulos infantiles, reforzando respuestas positivas de la madre hacia estos; y el córtex prefrontal ejerce un papel integrador de las diferentes informaciones relativas al bebé, monitorizando y regulando la conducta maternal en función de estas.
Los autores encuentran, asimismo, que el incremento del volumen de la sustancia gris en las áreas subcorticales mencionadas  puede ser facilitado por los sentimientos positivos hacia el bebé.

 

Cambios funcionales

El llanto infantil genera cierto grado de alerta en el cuidador y le informa sobre el estado en el que se encuentra el bebé. La capacidad de la madre para reconocer el llanto de su hijo mejora desde el primer día de dar a luz, acompañándose dicha mejora de un cambio en la actividad del circuito tálamicocingulado.

Estos cambios cerebrales no aparecen en madres que presentan dificultad para modular y sostener los cuidados hacia sus hijos, como por ejemplo madres con depresión posparto o madres negligentes.

Por su parte, diversos estudios realizados a madres responsivas mediante la presentación de estí-
mulos visuales (caras infantiles y adultas) han encontrado resultados que apoyan, asimismo, la implicación de áreas diferentes en el procesamiento de los estímulos infantiles. Aunque existen
áreas de procesamiento comunes para ambos tipos de caras, el procesamiento de las caras infantiles se acompaña de un incremento de activación en un mayor número de áreas. Esta activación todavía es mayor cuando las caras de sus hijos expresan alegría frente a tristeza.

 

Cambios neuroendocrinos 

El embarazo y el parto se asocian con numerosos cambios hormonales maternos. Se ha evidenciado que la hormona oxitocina forma parte de la gran variedad de cambios cerebrales y comportamentales relacionados con la maternidad y los cuidados maternofiliales, de modo que se considera elemento esencial dentro de una larga cadena de cambios, con importantes efectos tanto a corto como a largo plazo para el desarrollo infantil.

Diversas investigaciones indican que aspectos neuroendocrinos, especialmente aquellos que
tienen lugar al final del embarazo y en los que está implicada la oxitocina, además de la dopamina, participan en los sistemas de recompensa y placer, aumentando la motivación para actuar con el bebé y la responsividad materna. Sin embargo, diferencias en los patrones de liberación de la oxitocina pueden causar diferencias en el estilo maternal, la sensitividad y las conductas de cuidado hacia el bebé.

Las madres que han dado a luz mediante cesárea, y no parto vaginal, presentando así niveles
menores de oxitocina endógena, se muestran menos sensibles y responsivas a las demandas de sus bebés.

En suma, a pesar de que se desconoce el efecto que ejercen multitud de variables en el proceso, parece ser que la carencia de contacto físico temprano provoca cambios neurofisiológicos con
importantes efectos nocivos sobre el desarrollo. Además de esta alterada activación del eje HPA
ante estímulos estresores, se ha comprobado que una prolongada exposición en la infancia a hormonas relacionadas con el estrés, a consecuencia de una inadecuada sensitividad y responsividad de los cuidadores, puede provocar otros cambios neuroendocrinos importantes, como son niveles anormales de dopamina y oxitocina-vasopresina; así como graves alteraciones anatómicas y funcionales. Los efectos de estos cambios cerebrales producidos en la infancia alcanzan el desarrollo integral del individuo, pues perduran en la adultez, acompañándose de patrones afectivos, cognitivos y conductuales diferenciales, lo que indica que la capacidad regulatoria del cuidador tiene un impacto a largo plazo en la reactividad del sistema infantil que
responde al estrés.

Las primeras experiencias de cuidado maternal que recibe el bebé producen efectos tan a largo plazo que afectan incluso a conductas relacionadas con su futura paternidad, de modo que tener durante la infancia un clima emocional positivo y consistente con la madre aumenta la probabilidad de ejercer conductas de cuidado sensibles y de calidad hacia los futuros hijos.
Es más, incluso sólo la ‘percepción’ de haber recibido un cuidado maternal adecuado en la infancia se asocia con cambios en determinadas estructuras cerebrales y un patrón de respuestas funcionales característico ante estímulos infantiles cuando dichos
individuos se convierten en madres.

En resumen, los cuidados maternos recibidos en la infancia se asocian con cambios estructurales y funcionales en las regiones cerebrales implicadas en una respuesta adecuada a los estímulos infantiles cuando se es madre en la edad adulta.

En definitiva, apoyamos un trabajo interdisciplinar que posibilite una mayor comprensión acerca
de la neuroplasticidad cerebral que acompaña la reproducción y maternidad-paternidad humana, los cambios psicológicos y sociales asociados, la dirección causal de dichos cambios y sus implicaciones en el desarrollo humano. Todo ello debería revertir en políticas de sensibilización acerca de su relevancia y programas de prevención e intervención lo más tempranas posibles, ofreciendo ayuda biopsicosocial en un contexto interdisciplinar y sistémico
que abarque no sólo a la madre y al niño, ni tampoco únicamente a la madre, al padre y al niño, sino a todos sus contextos más próximos, desde antes del embarazo y tras el nacimiento.

 

 

Escolano-Pérez E. “El cerebro materno y sus implicaciones en el desarrollo humano.” Rev Neurol 2013; 56: 101-8.

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